domingo, 27 de marzo de 2011

Dámaso Alonso

LA VIDA Y LA OBRA
(Madrid, 1898-1990) Poeta y crítico español. Miembro como poeta de la llamada Generación del 27, destacó además como eminente crítco, de fama mundial, por sus estudios estilísticos.
Fue alumno de Ramón Menéndez Pidal en el Centro de Estudios Históricos, lugar que desempeñó una función básica en su vasta y profunda formación intelectual. En la Residencia de Estudiantes, en Madrid, conectó con los que serían sus compañeros de generación: Federico García Lorca, Rafael Alberti, Luis Cernuda o Manuel Altolaguirre. Enseñó lengua y literatura españolas, tanto en universidades extranjeras como nacionales: Berlín, Cambridge, Valencia (1933-1939) y Madrid (1939-1968). Asimismo, fue director de la Revista de Filología Española y de la Real Academia Española.
Sus profundos análisis sobre Luis de Góngora son una de las cumbres de su producción. Así, Temas gongorinos y la correspondiente edición de Soledades (1927), La lengua poética de Góngora (1950) o Estudios y ensayos gongorinos (1955) se han convertido en textos clásicos e indispensables para el estudio de la obra de este clásico.
También investigó las fuentes de la Poesía de tipo tradicional (1949), particularmente las relativas a las jarchas; la obra de Gil Vicente, en Poesías (1940) y Tragicomedia de don Duardos (1942) y la del mayor místico español en La poesía de san Juan de la Cruz (1942).
De su extenso trabajo crítico cabe señalar, por último, aquellos libros que, como Ensayo de poesía española (1945), Poesía española (1950) o Seis calas en la expresión literaria española (1951, en colaboración con Carlos Bousoño) se aplican al análisis y difusión de las disciplinas estilísticas, y el formalismo destinado a ejercer la crítica literaria; otros dos títulos importantes en esta línea son Poetas españoles contemporáneos (1952) y Poesía española: ensayo de método y límites estilísticos, del mismo año.
Su labor como poeta dio comienzo con Poemas puros, y poemillas de la ciudad (1921), delicadas composiciones de juventud en las que se detecta la huella del modernismo así como la influencia de Juan Ramón Jiménez, para continuar con la que se considera su obra mayor, Hijos de la ira (1944), en la que el poeta lanza un grito de angustia y cólera ante el espectáculo de dolor y miseria que ofrece el mundo circundante. Dominado por esos sentimientos, el libro ofrece una visión cruel y amarga de la vida, metaforizada como un "horrible viaje" o una "pesadilla sin retorno".
Sin embargo, y muy por encima de esta primera lectura, brota otro sentimiento opuesto y complementario en toda su poesía, en el que irrumpe la piedad por uno mismo y por la descarnada existencia del mundo, transfiriendo a la imagen trascendente del universo, Dios, la única posibilidad de redención en el centro mismo del dolor y el escándalo. En cierta ocasión, el propio autor lo dijo con estas palabras: "Hoy es sólo el corazón del hombre lo que me interesa: expresar con mi dolor o con mi esperanza el anhelo o la angustia del eterno corazón del hombre". Otros libros suyos son Oscura noticia (1944; selección de poemas publicados desde 1925 en varias revistas), Hombre y Dios (1955) y Gozos de la vista (1981). En 1978 obtuvo el Premio Cervantes.

¿Cómo era?
La puerta, franca.
                 Vino queda y suave.
Ni materia ni espíritu. Traía
una ligera inclinación de nave
y una luz matinal de claro día.
No era de ritmo, no era de armonía
ni de color. El corazón la sabe,
pero decir cómo era no podría
porque no es forma ni en la forma cabe.
¡Lengua, barro mortal, cincel inepto,
deja la flor intacta del concepto
en esta clara noche de mi boda,
Y canta mansamente, humildemente,
la sensación, la sombra, el accidente,
mientras ella me llena el alma toda!
Dámaso Alonso. Poemas puros.

De profundis
Si vais por la carrera del arrabal, apartaos, no os
   /inficione mi pestilencia.
El dedo de mi Dios me ha señalado: odre de putrefacción
    /quiso que fuera este mi cuerpo,
y una ramera de solicitaciones mi alma,
no una ramera fastuosa de las que hacen languidecer
    /de amor al príncipe,
sobre el cabezo del valle, en el palacete de verano,
sino una loba del arrabal, acoceada por los trajinantes,
que ya ha olvidado las palabras de amor,
y sólo puede pedir unas monedas de cobre en la cantonada.
Yo soy la piltrafa que el tablajero arroja al perro
    /del mendigo,
y el perro del mendigo arroja al muladar.
Pero desde la mina de las maldades, desde el pozo
    /de la miseria,
mi corazón se ha levantado hasta mi Dios,
y le ha dicho: Oh Señor, tú que has hecho también
   /la podredumbre,
mírame,
yo soy el orujo exprimido en el año de la mala
    /cosecha,
yo soy el excremento del can sarnoso,
el zapato sin suela en el carnero del camposanto,
yo soy el montoncito de estiércol a medio hacer, que
   /nadie compra,
y donde casi ni escarban las gallinas.
Pero te amo,
pero te amo frenéticamente.
¡Déjame, déjame fermentar en tu amor,
deja que me pudra hasta la entraña,
que se me aniquilen hasta las últimas briznas
    /de mi ser,
para que un día sea mantillo de tus huertos!
Dámaso Alonso. Hijos de la ira

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