domingo, 3 de abril de 2011

Otros autores andaluces


Rafael Laffón Zambrano 

VIDA Y OBRA
Estudió en su ciudad derecho y filosofía y letras, licenciándose en la primera. Residió siempre en Sevilla, llevando una existencia retraída y alejada de los vaivenes políticos como funcionario técnico de la administración. Colaboró en numerosas revistas y periódicos españoles e hispanoamericanos y su poesía ha sido traducida a distintos idiomas. Fundó en 1926, en Sevilla, la revista “Mediodía”.
Su poesía está caracterizada por el intimismo, aunque siempre interesado por la poesía popular, desde 1936 evolucionó hacia las formas tradicionales, cambio especialmente visible a partir de 1944, con dos temas dominantes: el religioso y la exaltación de Sevilla.
Su primer libro es “Cráter” (1921), algo afín todavía al Modernismo. “El sol desaparecido” (1922-1924), inédito hasta 1997, presenta ya atisbos vanguardistas. “Signo +” (1927) e “Identidad” (1934) son ya plenamente vanguardistas. Tras la Guerra Civil vuelve a las formas clásicas: sonetos, romances, décimas, practicando una especie de impresionismo musical y colorista Obras de este periodo son “Romances y madrigales” (1949),”Adviento de la angustia! (1948) o “Cantar del Santo Rey” aparecido en 1948.
En 1959 consigue el Premio Nacional de Literatura por su antología “La rama ingrata”.
Su última época se inicia con el libro “Vigilia del jazmín” (1952), cuando práctica una poesía de testimonio personal y existencial, dejando el grácil retoricismo anterior. Esta fase se completa con “La cicatriz y el reino” (1964), “A dos aguas” (1962) y “Sinusoides y puzzle” (1970).
Durante los diez años siguientes no publicó ningún libro de versos, pero descubre un nuevo tema esencial para su obra: su amor a Sevilla, ciudad que encontraría en él uno de sus fervorosos cantores.
Rafael Laffón, a diferencia de otros miembros de la Generación del 27 que se vieron forzados al exilio, nunca abandonó su ciudad natal. En su obra había dos pasiones irrenunciables: la poesía y Sevilla. Esa decisión de permanecer acabaría afectando al alcance y reconocimiento de su obra, ya que la obra de Laffón no ha alcanzado ni la difusión ni el reconocimiento que por su importancia merece, a pesar de haber sido una de las figuras más importantes de la poesía sevillana durante cincuenta años, aunque se le considera hoy día como el exponente de la evolución de la poesía española contemporánea.
En los últimos años de su vida, una trombosis de la que nunca consiguió recuperarse le retuvo en su casa, en la calle Cardenal Spínola, donde recibía a jóvenes escritores que buscaban consejo. Le sorprendió la muerte el 4 de noviembre de 1978.


INVITACIÓN A LA VIDA

Pasan las aguas por el cauce                 
y no terminan de pasar;                        
mas si de un agua no bebimos                             
nunca aquel agua tornará.                     
 
Y mientras corre el tiempo y llega                        
la hora feliz que imaginamos,                              
se va la vida, huyendo siempre,                           
cual se va el agua entre las manos...                     
 
Gocemos hasta marchitarlas                 
todas las flores del camino,                  
ya que el dolor jamás perdona                             
ni un paso de nuestro destino.                              
 
Gocemos la vida, gocemos...                
¿Quién del mañana gozará?                  
Gocemos hasta embriagarnos                               
con una absurda saciedad.                    
 
Y aunque de luz se abrase el alma,                      
presto vayamos a la luz...                     
¡No hay más que al fin de los caminos,                              
sobre una lápida, la cruz!
Rafael Laffón Zambrano



Emilio Prados

VIDA Y OBRA
Nació en Málaga en 1899. estudió en la Institución Libre de Enseñanza y vivió en la Residencia de Estudiantes. En 1926 fundó, con su compañero Manuel Altolaguirre, la revista Litoral, que fue uno de los más importantes órganos del grupo del 27. Afectado por una grave enfermedad pulmonar, pasa una larga temporada en el sanatorio de Davosplatz (Suiza). Cursó estudios en las universidades alemanas de Friburgo y Berlín. De ordinario vivió en Málaga y en Madrid hasta 1936. 
Aunque no militó en partido alguno, se sumó durante la República a las tareas de los intelectuales revolucionarios. Al terminar la guerra se exilió en México, donde vivió pobremente hasta su muerte en 1962.  
Malagueño, como Altolaguirre, con quien le unió estrecha amistad y en compañía del cual fundó y dirigió la revista y ediciones de «Litoral». Prados sólo recibe un influjo epidérmico de las escuelas de vanguardia: el aire de juego, el uso de las metáforas. Su obra, de re­finado tono menor Canciones del farero, Cancionero menor—, es una estilización culta del folklore andaluz. Esta poesía se relaciona con la del primer Alberti en sus motivos marineros, donde, como escribe Valbuena Prat, «hay más orden que inmensidad, más nave que brisa, más puerto que espuma»; y con la de García Lorca, tanto por el gusto del arabesco y la miniatura como por la presencia de más hondos temas: el llanto, el sueño, la muerte: El llanto subterráneo, Circuncisión del sueño, Mínima muerte. Los acontecimientos de la vida española —la guerra, el destierro— ponen en Pra­dos, sobre la gracia infantil y juvenil de sus primitivas canciones, un acento de humanidad y de dolor.
Dotado de una naturaleza enfermiza. Prados se define –salvo en etapa de acción política- por una fuerte tendencia a recluirse en su interior y a ahondar en los problemas de la vida y de la muerte. De ahí las notas dominantes de su obra.
El mar malagueño y el sentimiento de la muerte preparan las bases de la primera poesía de Prados, editada a través de tres libros: Tiempo (1925), Canciones del farero (1926) y Vuelta (1927). Tiene una actitud quietista y contemplativa ante el paisaje, que le lleva a la clarividencia de que la Naturaleza es un incesante y equilibrado movimiento de vida en el Tiempo. Aprenderá a mirar en profundidad el Cuerpo de la Naturaleza, siendo este el ejercicio propuesto y resuelto en su primera etapa poética. Blanco Aguinaga (en Vida y obra de Emilio Prados, 1960) considera que en estos libros son visibles las huellas de la poesía arábigo-andaluza y de la corriente francesa, desde Baudelaire hasta el surrealismo, que busca las “correspondencias” de la Naturaleza y de la otredad del ser. 
Los contrarios que se manifiestan en ese concierto de amor de todo lo natural (día/ noche, cielo/ mar, luz/ sombra) tratan de fusionarse unos en otros. Influido, por el pensamiento de Heráclito y Parménides, Prados contempla un mundo en el que todo vive siempre en leve tránsito. Pero esta afirmación no está exenta de duda, que se acentuará notablemente a partir del libro Cuerpo perseguido.
Poco a poco vamos descubriendo cuáles son las notas que enmarcan este primer paso de Prados: una realidad no sometida a un tiempo destructor donde no existe una muerte absoluta y en donde todo es trasunto y transformación, que permanece. Un universo personal que alcanza su más decantada y exacta expresión en el largo poema (1926-27) El Misterio del Agua, que Prados no publicó hasta 1954, en su famosa Antología.


Vega en Calma
          (Cártama, 3 de agosto)
Cielo gris.
Suelo rojo...
De un olivo a otro
vuela el tordo.

(En la tarde hay un sapo
de ceniza y de oro.)

Suelo gris.
Cielo rojo...

Quedó la luna enredada
en el olivar.

¡Quedó la luna olvidada! 
               De Tiempo

Alba rápida
¡Pronto, de prisa, mi reino,
que seme escapa, que huye,
que se me va por las fuentes!
¡Qué luces, qué cuchilladas
sobre sus torres enciende!
Los brazos de mi corona,
¡qué ramas al cielo tienden!
¡Qué silencios tumba el alma!
¡Qué puertas cruza la Muerte!
¡Pronto, que el reino se escapa!
¡Que se derrumban mis sienes!
¡Qué remolino en mis ojos!
¡Qué galopar en mi frente!
¡Qué caballos de blancura
mi sangre en el cielo vierte!
Ya van por el viento, suben,
saltan por la luz, se pierden
sobre las aguas...
                          Ya vuelven
redondos, limpios, desnudos...
¡Qué primavera de nieve!

Sujetadme el cuerpo, ¡pronto!
¡que se me va, ¡que se pierde
su reino entre mis caballos!
¡que lo arrastran!, ¡que lo hieren!
¡que lo hacen pedazos, vivo,
bajo sus cascos celestes!
¡Pronto, que el reino acaba!
¡Ya se le tronchan las fuentes!
¡Ay, limpias yeguas del aire!
¡Ay, banderas de mi frente!
¡Qué galopar en mis ojos!
Ligero, el mundo amanece...
                De Cuerpo perseguido.



Manuel Altolaguirre


VIDA Y OBRA

Nació en Málaga en 1905. Cursó la carrera de Derecho, que ejerció brevemente. Desempeñó también otras profesiones, además de la de abogado, sobre todo de impresor, publicando colecciones tipográficas a mano de poesía en Madrid, París, Londres, La Habana y Méjico: Poesía, La tentativa poética, Héroe, Caballo verde para la poesía, 1916, La Verónica, El ciervo herido.
Por todo esto se puede dudar si en su persona es mas importante valorar su poesía o su colaboración inestimable como vehículo material y estético de la poesía de los demás, tal es su importancia como impresor. Aparte de la tan citada Litoral, de la que fue Cofundador con Prados, publicó otras revistas importantes y destacables, como su mujer -la poetisa Concha Méndez- editó, en la colección Héroe, libros fundamentales de poesía. 
En 1933 obtuvo el Premio Nacional de Literatura por su libro La lenta Libertad. La guerra civil le llevó a expatriarse, marchando a América y residiendo principalmente en Cuba y posteriormente en Méjico, donde continuó su labor como editor,  si bien se va adentrando cada vez más en el mundo cinematográfico, como guionista, productor y director. Vuelto a España en 1959, halló la muerte ese mismo año, junto a su mujer, en un trágico accidente de automóvil.
Los valores de su poesía —menor, pero auténtica— emanan de la calidad humana de su autor, «ángel» malagueño, como lo llamó Aleixandre. De Altolaguirre dice José Luis Cano que «era la juventud misma, la alegre y dorada inconsciencia del vivir.., era tan distraído y seductor como Shelley», Este «benjamín de la generación de 1927» tenía, como Lorca, el don de la conta­giosa simpatía, de la gracia infantil. Su obra es aérea, delicada, de aliento romántico. De pronto, el niño, el «ángel» que parecía estar en las nubes, nos sorprende con un chispazo de misteriosa intuición de lo humano abisal, que hace pensar en Blake. Altolaguirre mismo ha confesado que su poesía «se siente hermana menor de la de Salinas», reconociendo también el influjo de Juan Ramón Jiménez, Aleixandre, Cernuda y Prados.
“La poesía (...) es mi principal fuente de conocimiento. Me enseña el mundo, y en ella aprendo a conocerme a mí mismo (...). Ella nos hace unánimes, comunicativos”. Estas palabras de Altolaguirre, tan coherentes con su personalidad, nos dan la clave de su obra poética, que es, ante todo, cálida, cordial, transparente. Junto a su gracia andaluza, canta el amor, o la soledad, o la muerte, con tonos que han sido calificados de románticos. Lo cierto es que no se hallarán, en su obra, huellas de deshumanización propias de las audacias vanguardistas. Según el propio Altolaguirre, su poesía “se siente hermana menor de la de Salinas”, y reconoce, además, las influencias de Juan Ramón, de Aleixandre, de Cernuda y de Prados, a las que habría que añadir las de Lorca y Alberti.
Rasgo sobresaliente de su producción es la musicalidad, lo que se hace presente en todas las formas que cultivó, con predominio de los versos cortos y las estrofas leves de raíz tradicional.  
Primera etapa
·           Destaca, entre sus libros, Las islas invitadas (1926), incrementado con nuevos poemas en los años sucesivos: 1936-44-46. A diferencia de lo que hemos dicho sobre los libros de otros poetas de este grupo, que van creciendo sin perder unidad, Las islas invitadas es un libro heterogéneo en el que van apareciendo poemas publicados en otros libros o revistas. Por ello, este libro, en cuanto a contenidos y formas, representa el resumen y, en cierto modo, la cima de este neorromántico que fuere, en talante, en símbolos, en expresividad, el malagueño Altolaguirre.
Otros títulos de su primera época son:
·             Ejemplo (1927),  
·           Poesía (1930-31), 
·           Soledades juntas (1931), etc.
Etapa de la guerra
Durante la guerra civil, escribe poemas de compromiso que aparecen en revistas como Hora de España y El Mono Azul.
Etapa del Exilio
En el exilio publicó, entre otros:
·             Nube temporal (1939), libro claramente señalado por la tragedia civil y personal: 
·           Fin de un amor (1949), testimonio de una profunda crisis sentimental que le llevará a separarse de Concha Méndez y contraer nuevo matrimonio; 
·           y Poemas de América (1955)  
   Es autor también de una Biografía de Garcilaso dela Vega, de una Antología  de la Poesía Romántica española, de las piezas teatrales Entre dos públicos y El triunfo de las Germanías (en colaboración con José Dergamín). Tradujo el Adonais de Shelley y -con O. Savich- El convidado de piedra de Pushkin.


La Playa.

Las barcas de  dos en dos,
como sandalias del viento
puestas a secar al sol.

Yo y mi sombra, ángulo recto.
Yo y mi sombra, libro abierto.

Sobre la arena tendido
como despojo del mar
se encuentra un niño dormido.

Yo y mi sombra, ángulo recto.
Yo u mi sombra, libro abierto.

Y más allá, pescadores
tirando de las maromas
amarillas y sabores.

Yo y mi sombra, ángulo recto.
Yo y mi sombra, libro abierto.

De Las islas invitadas y otros poemas.


El egoísta.

Era dueño de sí, dueño de nada
Como no era de dios ni de los hombres,
nunca jinete fue de la blancura,
ni nadador, ni águila.
su tierra estéril nunca los frondosos
verdores consintió de una alegría,
ni los negros plumajes angustiosos.
Era dueño de sí, dueño de nada.

De Escarmiento.